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Lo de invitarnos a bañar el elefante fue una trampa bien adornada. En pocos segundos, antes de que nos dieramos cuenta nos encontrabamos situados/atrapados en la primera linea de fuego. Una y otra vez obedeciendo las ordenes de su domador la elefanta nos lanza cañonazos de agua contra nosotros desde todos lo angulos durante varios minutos. Indefensos y atrapados a 4 metros de altura no nos queda otra si no que reir con gana y aguantar el chaparron. Terminada la metralla de agua llega el hundimiento inesperado. La elefanta, toda ella grande y pesada, se deja caer a peso muerto lateralmente y salimos volando y aterrizamos en medio de la corriente del rio que nos empieza a arrastrar aguas abajo hasta que reaccionamos y remontamos a nuestra posicion. De nuevo cara a trompa con la elefanta aprendemos a trepar por su trompa. Finalizamos el baño aplicandole un fuerte masaje en su dura y curtida piel.
Los elefantes son impresionantes.
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