Todo empezo una semana santa alla por el año 97 cuando unos amigos de CAIN me invitaron a ir a una excursión que organizaba Ecologistas en Acción por el rio Matarraña, el lema ¡Por un rio vivo! Con una bicicleta prestada, la mochila de cuando iba a campamentos y un pulpo de dos metros, descubri los placeres de viajar en bicicleta, sintiendo el sol calentando mi piel, la lluvia mojando mi cara, el viento soplando entre las ruedas... sintiendo la libertad en las ruedas en cada pedalada. A aquella excursión le siguieron muchas otras, con el Pedalea, con amigos, fines de semana, vacaciones... poco a poco iba descubriendo el Superpedaleto que todos llevamos dentro.
Un dia Gabi me dijo que su tio le había regalado un libro de un tipo, un tal Miguel, que había pedaleado "De la Alcarría al Himalaya". Al tiempo conoceriamos a Miguel y Natalia cuando vinieron a contarnos otro viaje en bici, de San Francisco a Usuahia, a unas jornadas de viajes por el mundo en bici que organizo Gabi. Junto a otros cicloviajeros nos contaron viajes y aventuras que me pusieron los dientes tan largos que al llegar a casa raye el suelo.
Se había metido el gusanillo del viaje, sobre todo despues de leer "De la Alcarría al Himalaya" (ya he conocido a tres personas que han salido de España hacia oriente despues de haber leido ese libro), pero me parecia una tarea de superheroe... Un dia mis padres me contaron que yo habia aparecido cuando era un bebe en el huerto de Monzalbarba tras una colision de una bici voladora con la tierra. Ese dia descubri que era un Superpedaleto, solo habia que esperar el momento para ponerse la capa y volver a volar con la bicicleta. Y ese momento llego cuando Angel me conto que tambien era Superpedaleto y que habia aterrizado en Pinseque en otra bici voladora.
El desde Australia y yo desde Estados Unidos saltamos a Indonesia y lo demas... esta escrito en el blog.
Durante el viaje nos dimos cuenta de que no estamos solos, que el mundo esta lleno de Superpedaletos y que todos podemos serlo, el secreto esta en una buena bicicleta con alas. Rose se unio primero, luego William y al final Marianne. Aitor tampoco pudo resistir la tentación, aunque fuese por unos dias, de probar que se sentia siendo Superpedaleto.
Como escribiera R.Kipling, "...los ojos del hombre nunca están contentos, son siempre insaciables...", eso es lo que mueve a las personas a viajar; la curiosidad por conocer nuevas cosas, la intriga de descubrir que habrá despues de la siguiente curva, esa es la energía que impulsa las bicicletas a rodar por el mundo.
Este es el final de viaje para algunos Superpedaletos. Rose se va a inventariar plantas a los bosques de Nevada, William con el kayak y su familia por la costa de Maine, Aitor a Luxemburgo donde seguira luchando contra los supervillanos y Diego en Zaragoza, a la fresca por los montes de Zuera. Pero aunque este viaje termina no dejaremos de mirar mapas, imaginando nuevas rutas, escudriñando valles y montañas, soñando con volver a volar en bicicleta... porque al igual que le pasa a Benedetti con las mujeres, a mi me importa un pito si mi bici tiene un buje shimano deore LX o un buje chino, si el sillin es Brooks o del Lidl, pero eso si, y en esto soy irreductible, lo que no les perdono bajo ningun pretexto es que no sepan volar, gracias a las bicicletas con alas...
"La bicicleta con alas"
La bicicleta un día va a volar.
La bicicleta de todos.
Ya lo verán.
Le están saliendo las alas.
Son de verdad.
El niño quiere que vuele,
y volará.
El niño irá por el aire
a comprar el pan;
dará una vuelta al campanario
de paloma y de cal.
El niño y la paloma
sobre la ciudad.
El niño acompañando al ganso blanco
Eso se verá.
Le están saliendo las alas.
Ven a mirar.
Mira como el lirio de los campos.
No pienses mal.
Las alas tienen miedo de algo.
Salen y vuelven a entrar.
Miedo de nosotros,
quizás.
Tan pronto los hombres
ganen la paz,
la bicicleta de todos volará.
La que duerme en la puerta de los cines
volará.
La del cartero
volará.
La de la reina Guillermina,
volará.
La mía y -la tuya-
volará.
Por arriba del humo y los cables
me verás.
La bicicleta tendrá un solo nombre:
Libertad.
El ángel de las aguas
ya no se irá.
Calle ancha del cielo
para mirar.
Flores que nunca vimos
aquí, allá.
Habrá tiempo para mirar.
Cuánto tiempo perdido,
ay!
Tan pronto los hombres
dejen de guerrear,
la bicicleta del mundo
volará.
Todos los pueblos tendrán un velódromo
donde los niños correrán.
De alli alzarán el vuelo.
Darán una vuelta sobre el mar.
Si no lo hubiera
sobre el trigal;
irán donde lo hayan y volverán.
Ir y volver
será como cantar.
Porque la bicicleta tendrá alas de verdad.
La del cartero, la de la reina Guillermina.
Nadie se caerá.
Todo es cuestión que los hombres
ganen la paz.
Poema de José Pedroni